Cataluña tras la maniobra politica del cierre nuclear en Extremadura

Cerrar la central nuclear de Almaráz en Extremadura para bloquear el desarrollo de la región

El debate sobre la energía nuclear en España ha vuelto a estar en el centro de la agenda política con la reciente moción aprobada en el Parlament de Cataluña para instar al Gobierno central a cumplir con el cierre de las centrales nucleares, conforme al calendario acordado con las empresas propietarias y la Empresa Nacional de Residuos Radioactivos (Enresa).

La votación, promovida por los Comuns y respaldada por ERC, la CUP y el PSC, refleja una clara maniobra política para mantener el apoyo del Gobierno socialista en Madrid mientras se deja la puerta abierta a un futuro cambio de criterio que favorezca la permanencia de las centrales catalanas. De hecho, Junts se abstuvo, lo que sugiere que la estrategia no es tanto cerrar todas las plantas nucleares del país, sino garantizar que cuando toque tomar decisiones sobre los reactores catalanes, se encuentren mecanismos para evitar su clausura o posponerla.

El movimiento contrasta de forma radical con las posturas de otras comunidades, especialmente Extremadura, que ve cómo el cierre nuclear se convierte en un bloqueo directo a su desarrollo.


El cierre nuclear: un golpe directo a Extremadura mientras Cataluña maniobra para salvar sus plantas

Mientras el Gobierno central, con el respaldo de Cataluña, mantiene el calendario de cierre de las centrales nucleares, comunidades como Extremadura, Madrid y Castilla-La Mancha están luchando para evitarlo.

La primera afectada será la Central Nuclear de Almaraz, en Cáceres, cuyo cierre está programado para noviembre de 2027. La presidenta extremeña, María Guardiola, ha denunciado en repetidas ocasiones que la clausura de esta instalación supondrá un golpe devastador para la región, no solo en términos energéticos, sino también económicos y laborales.

Desde el Ejecutivo extremeño se han tomado diversas iniciativas para intentar prolongar la vida útil de la planta:

  • Reunión con la ministra para la Transición Ecológica, Sara Aagesen, para presentar un informe del Consejo General de Colegios Oficiales de Ingenieros Industriales, que avala la necesidad de mantener Almaraz en funcionamiento.
  • Acercamiento al presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, en busca de una alianza para frenar el cierre.

El contraste es evidente: mientras Cataluña presiona para cerrar primero las nucleares de otras comunidades y mantener su discurso oficial a favor de la «transición energética», cuando se acerque el turno de Ascó I, Ascó II y Vandellós II, buscarán fórmulas para evitar el cierre definitivo.


El peso de la energía nuclear en Cataluña: una dependencia difícil de ocultar

La hipocresía del Parlament catalán en esta cuestión queda en evidencia al analizar los propios datos energéticos de la comunidad.

En 2023, el 57% de la electricidad producida en Cataluña provino de la energía nuclear, con 23.385,9 GWh generados por las tres centrales situadas en Tarragona (Ascó I, Ascó II y Vandellós II).

Mientras tanto, las energías renovables apenas alcanzaron el 18% de la producción, y el ciclo combinado (gas) cubrió otro 15%.

¿Qué significa esto? Que si Cataluña cierra sus centrales nucleares sin alternativas energéticas viables, se verá obligada a importar electricidad de otras comunidades, lo que disparará su dependencia energética y encarecerá el precio de la luz para sus ciudadanos.

De hecho, un estudio de PwC ha calculado que el cierre nuclear supondrá un sobrecoste de 5.400 millones de euros en 10 años para Cataluña, lo que equivale a 540 millones por año en las facturas eléctricas.

Por esta razón, es probable que, cuando llegue el momento de cerrar Ascó y Vandellós, el Gobierno catalán pida una prórroga para evitar el colapso energético y económico.


El doble discurso del PSOE y el PSC: cerrar en Extremadura para salvar Cataluña

El voto del PSC a favor del cierre nuclear pone de manifiesto una estrategia política clara: apoyar las decisiones del Gobierno de Pedro Sánchez mientras se prepara el terreno para frenar los cierres cuando toque a las centrales catalanas.

Si realmente se tratara de una política homogénea, el PSC debería estar en contra de la clausura nuclear, ya que Cataluña es la comunidad que más depende de este tipo de energía. Sin embargo, su apoyo al cierre de Almaraz y otras centrales fuera de su territorio busca asegurar el discurso oficial de la izquierda sin comprometer los intereses catalanes.

Este doble rasero ha generado un fuerte rechazo en Extremadura, donde el cierre de Almaraz supondrá la pérdida de más de 1.000 empleos directos y miles de indirectos, además de una caída en la recaudación de impuestos y la desaparición de la principal fuente de generación eléctrica de la región.


Una estrategia para bloquear el desarrollo de Extremadura

El cierre nuclear en España no es solo una decisión energética, sino una maniobra política diseñada para bloquear el crecimiento de comunidades como Extremadura mientras se protege a Cataluña.

  • Se pretende cerrar Almaraz en 2027, pero se mantendrán las centrales catalanas hasta 2035, con la posibilidad de que el cierre se revise en el futuro.
  • Cataluña presiona para cerrar primero las nucleares de otras regiones mientras su sistema energético sigue dependiendo de ellas.
  • El PSC y el Gobierno central han apoyado la estrategia, asegurándose de que cuando llegue el turno de las nucleares catalanas, puedan argumentar que «la situación ha cambiado» y pedir una extensión.

Lo que está en juego no es solo la producción de energía, sino el futuro económico y social de Extremadura, que sigue viendo cómo se toman decisiones desde Madrid y Barcelona que frenan su desarrollo.

La transición energética no puede ser utilizada como una excusa para debilitar a unas regiones mientras se favorece a otras. Si realmente se quiere avanzar hacia un modelo sostenible, el cierre de las centrales nucleares debe ser justo y equitativo para todas las comunidades.


Centrales nucleares envejecidas: el desafío de prolongar su vida útil ante la creciente demanda de energía

A medida que los países buscan reducir su dependencia de los combustibles fósiles y garantizar el suministro energético, las centrales nucleares envejecidas se han convertido en una pieza clave del debate. Con más de 400 reactores en funcionamiento en el mundo, muchos de ellos construidos entre las décadas de 1970 y 1990, las naciones se enfrentan al reto de prolongar su vida útil para mantener la producción de energía baja en carbono.

Si bien extender el funcionamiento de estas plantas parece una solución rápida y rentable frente a la construcción de nuevos reactores, la estrategia plantea desafíos técnicos, regulatorios y de seguridad que deben ser cuidadosamente evaluados.


Una solución ante la creciente demanda de energía

Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la demanda de electricidad podría duplicarse para 2050, impulsada por la digitalización, el crecimiento de los centros de datos y la transición energética. Sin embargo, la construcción de nuevas centrales nucleares en países occidentales es cara y lenta, como ha demostrado el reactor de Flamanville en Francia, que sufrió un retraso de 12 años y un sobrecoste de 23.700 millones de euros.

Ante este panorama, muchas naciones han optado por prolongar la vida útil de sus plantas existentes, ya que requiere menos inversión y puede ejecutarse en menos tiempo.


Estados Unidos: incentivos económicos para mantener las centrales activas

En EE. UU., todos los reactores con más de 30 años han solicitado licencias adicionales de 20 años, respaldados por incentivos como el Crédito Nuclear Civil de 6.000 millones de dólares impulsado por la Ley de Reducción de la Inflación.

Gracias a esta financiación, se han logrado casos como la central de Diablo Canyon en California, que permanecerá operativa después de 2025 con una inversión de 1.100 millones de dólares.

Además, algunas empresas estudian reactivar plantas cerradas, como Three Mile Island en Pensilvania, que cerró en 2019 y ahora podría reabrir en 2028 tras un acuerdo de suministro con Microsoft.


Europa: Francia lidera la apuesta nuclear mientras Alemania y España cierran reactores

En Europa, la postura sobre la energía nuclear varía significativamente:

  • Francia, el mayor productor de energía nuclear de la UE, ha cambiado su estrategia. Aunque el presidente Emmanuel Macron inicialmente quiso reducir la presencia nuclear, la crisis energética derivada de la invasión rusa a Ucrania llevó a su gobierno a prolongar la vida útil de sus centrales hasta 60 años o más. Además, planea construir 14 nuevos reactores para 2050, aunque con retrasos.
  • Alemania ha cerrado sus últimas tres centrales en 2023, una decisión criticada por el nuevo gobierno de Friedrich Merz, quien estudia reactivar algunas plantas. Sin embargo, las empresas han advertido que esto sería económicamente inviable.
  • España mantiene su plan de cerrar todas sus centrales nucleares para 2035. Iberdrola y Endesa han pedido reconsiderar la estrategia, especialmente ante el cierre previsto de Almaraz en 2027, pero el gobierno sigue firme en su decisión.

Japón: un giro en su política nuclear tras Fukushima

Japón, marcado por la tragedia de Fukushima en 2011, había cerrado sus 54 reactores tras el desastre. Sin embargo, en los últimos años ha reabierto 14 plantas y ha dado luz verde para que 8 reactores operen hasta 60 años.

Según Kazuto Suzuki, profesor de la Universidad de Tokio, esta medida es «necesaria» para la descarbonización del país y la seguridad energética. No obstante, advierte que el problema no es la edad de los reactores, sino el exceso de confianza en la tecnología y la seguridad.


Los retos técnicos y regulatorios de alargar la vida de las centrales nucleares

Aunque mantener una central en funcionamiento durante más tiempo es más sencillo y económico que construir una nueva, la estrategia enfrenta desafíos técnicos y de seguridad.

  1. Materiales envejecidos y mantenimiento complejo
    • En plantas como Torness (Escocia), los ladrillos de grafito que recubren los reactores han comenzado a agrietarse. Si el deterioro pone en riesgo la seguridad, la planta deberá cerrarse.
    • En reactores más antiguos, las columnas de acero y tuberías pueden degradarse, lo que requiere inspecciones constantes.
    • En la central de Palisades (Michigan), los reguladores detectaron daños en cientos de tubos de los generadores de vapor. En lugar de reemplazarlos, la empresa ha solicitado utilizar un método de reparación no contemplado en su licencia.
  2. Impacto del cambio climático
    • Olas de calor y sequías han obligado a centrales como Bugey (Francia) a reducir su producción, ya que la temperatura del agua del río superó los límites medioambientales.
    • El aumento del nivel del mar y fenómenos meteorológicos extremos representan una amenaza para las centrales costeras.
  3. Regulación y seguridad
    • Países como Francia y Japón han endurecido sus normativas para garantizar que las centrales prolongadas cumplan con estándares modernos.
    • Sin embargo, algunos expertos advierten que priorizar la extensión de la vida útil puede retrasar la planificación de cierres ordenados, lo que podría generar cierres abruptos con impacto en el suministro eléctrico.

¿Centrales nucleares de 100 años? Un futuro incierto

Algunas empresas, como Westinghouse, sostienen que las centrales nucleares podrían operar hasta 80 o incluso 100 años con las actualizaciones adecuadas. Según la AIE, prolongar la vida útil costaría entre 500 y 1.100 dólares por kilovatio, lo que las haría competitivas con la energía eólica y solar.

Sin embargo, la viabilidad de esta estrategia dependerá de:

  • La capacidad de las centrales para adaptarse a la variabilidad del mercado energético. Las plantas nucleares no pueden ajustar fácilmente su producción cuando hay excedentes de energía renovable, lo que podría hacerlas menos rentables.
  • La inversión en nuevas tecnologías y mantenimiento. No todas las centrales podrán modernizarse sin grandes costos.
  • El contexto geopolítico y ambiental. Las decisiones sobre energía nuclear están cada vez más influenciadas por la crisis climática y la seguridad energética.

Un dilema energético sin consenso global

La extensión de la vida útil de las centrales nucleares es una respuesta inmediata a la creciente demanda energética y a la transición hacia fuentes de baja emisión de carbono. Sin embargo, la estrategia no está exenta de riesgos y desafíos técnicos, económicos y regulatorios.

Mientras países como EE. UU., Francia y Japón apuestan por mantener sus plantas en funcionamiento el mayor tiempo posible, España y Alemania siguen avanzando en su proceso de cierre.

En un mundo donde la energía es un recurso estratégico, el debate sobre el futuro de la energía nuclear seguirá evolucionando, marcado por la necesidad de garantizar el suministro eléctrico sin comprometer la seguridad y la sostenibilidad ambiental.

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